miércoles, 15 de junio de 2016

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Había olvidado lo jodido que es salir a la superficie. Lo duro que se vuelve el día a día cuando ya te habías resignado a la oscuridad y el abatimiento. Es muy difícil levantarse y sonreír y sobretodo levantarse. Pero lo peor es que para el mundo el cambio no existe hasta que no es evidente y joder, cómo cuesta llegar hasta ahí. Cada respiración es dolor en el pecho, cada sonrisa un latigazo, cada amago de parecer normal una tortura.

El sentimiento de que nadie sabe perdura, los no vales nada y qué sentido tiene te atormentan igual que antes, pero ahora tienes que enfrentarte a ellos en lugar de abrazarlos. Tienes que plantarte cara a ti misma y decirle a esa voz en tu cabeza que se calle, que ya no tiene potestad sobre ti, que la has vencido. Aunque no sea verdad. Aunque duela. Aunque sangres. Aunque parezca que nunca se irá. Tienes que gritarle con todas tus fuerzas. Hasta que te duela la garganta. Hasta que no te quede voz. Hasta que se haya marchado.

Porque se irá, si eres lo bastante fuerte. Llegará un día en el que pasees por la calle y de pronto te des cuenta de que nadie te está mirando, nadie te juzga, nadie se ríe. Porque la voz se ha marchado. Y entonces podrás soltarle una carcajada a la vida, porque has vuelto a vencer. Porque sí eres fuerte, porque sí vales. Porque, en el fondo, no importan las veces que te caigas. Tú eres tu propia heroína.